diumenge, 18 de novembre del 2012

Competitivitat del transport marítim de mercaderies

ABRIL, Guillermo: Así viaja todo. El País, madrid 18/11/2012 (Adaptació)

Un ejército de arañas mecánicas de cuatro metros de altura con seis ruedas trincan los contenedores a los pies de las grúas como si fueran piezas de Lego. En Algeciras, el America descargó 1.163 contenedores procedentes de China, Singapur y Corea del Sur. Cargó 24, rumbo al norte de Europa, hacia donde seguía la ruta. Uno de ellos, por poner un ejemplo, llevaba cerámicas valencianas cuyo destino final sería Noruega, previo transbordo en Hamburgo..

 Apenas se siente el oleaje, nos hace notar el capitán. Solo le inquietan las ondas a partir de seis metros. Es decir, las propulsadas por un tifón.
 Otro día en el calendario, el 29º desde que zarparon de Kwang Yang, en Corea del Sur y estan ya en Algecira, en el primer viaje en este cascarón construido por Hyundai Heavy Industries (empresa líder del sector; Corea es el gran astillero de buques mercantes). Un barco mayor lleva más carga a menor coste. Son décimas por cada unidad. Millones en la cuenta de resultados. La danesa Maersk posee las naves más rotundas del planeta, Emma y sus hermanas, construidas en 2006 con espacio para 15.000 TEU. La próxima generación rondará los 18.000. 
En este instante hay cerca de 16 millones de contenedores a bordo de uno de los casi 5.000 barcos portacontenedores que unen las grandes fábricas del mundo con sus ávidos consumidores; las huertas de un hemisferio con las mesas del otro; la chatarra de un país con las fundiciones del lado opuesto. En 2011 se transportaron 1.385 millones de toneladas de mercancías en el interior de estas arcas, un 15% de la carga total por mar (la principal partida tras el petróleo, las materias primas a granel y los cereales, que viajan en cargueros especiales); y se registró un tráfico de 564 millones de TEU, un 9% más que el año anterior. Desde 2000, su uso se ha incrementado un 250%.
China es la gran lanzadera. La fábrica del mundo. El corazón que bombea estos ladrillos de metal pletóricos de manufacturas y los reparte desde sus puertos: Shanghái, Hong Kong, Shenzen En el gigante asiático se localizan seis de los diez puertos con mayor volumen del planeta. En Asia se encuentran los ocho primeros. El continente suma el 60% del tráfico mundial de contenedores. De allí parten las dos grandes autopistas del mar hacia Estados Unidos y Europa. Las arterias por donde circula la sangre que hace girar el mundo; las muescas que agrietan las balanzas comerciales de los países acomodados: por cada 100 euros importados de China, España exporta solo 20. Los barcos arriban de oriente hasta los topes. Regresan con los bolsillos vacíos. Y el precio del flete refleja la asimetría: mover un contenedor de Asia a Europa ronda los 1.250 euros; por poco más de 200 euros le sacas el billete de vuelta.

diumenge, 11 de novembre del 2012

Un futur més pobre per a Espanya


MUÑOZ, Ramón: España, destino tercer mundo. Editorial Deusto, 2023
(Introducció del llibre a de El País, 11novembre 2012)

Se han escrito muchos libros sobre la crisis, y se han quedado viejos antes incluso de que salieran a la venta. El doble error: aplicarse en un optimismo antropológico basado en la idea de que la historia siempre avanza y evaluar la actual catástrofe financiera y económica como si fuera una crisis cíclica más. Los hechos y el agravamiento de la situación están desmontando ambas falacias.
La confianza histórica en el progreso de la humanidad, con breves recesos, está instalada en la conciencia colectiva. Y se ha trasladado a la economía por inercia. Nada más lejos de la realidad. Como parte del llamado mundo desarrollado, los españoles hemos vivido entre 40 y 50 años de bienestar, una prosperidad inédita desde el comienzo de los tiempos. Ese periodo de riqueza ha sido la excepción, y no la regla como nos han hecho creer y hemos aceptado por comodidad.

La clase media como cimiento de esa bonanza es un invento reciente. No tiene ni un siglo de existencia. Y lo mismo puede decirse de la mayor parte de los sistemas de asistencia social —entre ellos, el nuestro— que han permitido la creación de esa especie a medio camino entre ricos y pobres en la que se basan las naciones modernas y desarrolladas. Pero, ¿en qué tablas de la ley está escrito que iba a durar siempre? La clase media está en peligro de extinción. Como a los dinosaurios, que antes que ella dominaron la Tierra, un meteorito la puede barrer de muchas partes del planeta donde se creía a salvo para siempre, como es el caso de España. Llámenle Gran Recesión, Gran Depresión o Gran Cataclismo. Lo de menos es el nombre, pero desde luego no se puede decir que sea una crisis más. Lo que estamos viviendo sólo en sus albores no tiene parangón histórico alguno. Ni siquiera la Gran Depresión de 1929 sirve de referencia. Desgraciadamente, de aquel marasmo se salió gracias a la Segunda Guerra Mundial. No parece previsible que un conflicto bélico vaya a salvarnos ahora. Así que nadie puede aventurar cómo escaparemos de ésta.

España está en el centro de esa vorágine de depresión económica sin salida que amenaza con destruir todos los lazos sociales que dan estabilidad a una nación y el futuro de varias generaciones.

Aunque el detonante ha sido el estallido de la burbuja inmobiliaria, la verdadera causa de que España haya caído en un pozo cuyo fondo no hemos tocado y, peor aún, no se perfile ninguna escapatoria, es que no producimos ya nada. En los últimos 30 años, hemos asistido a un escrupuloso proceso de desmontaje de toda nuestra industria (y de la agricultura) como paladines de la globalización. Algo que todos los países occidentales sufren, pero que ninguno ha celebrado como el nuestro. Todo lo que consumimos viene de mercados exóticos, de China, India, Bangladesh, Vietnam, Egipto…

“España está abocada a una suspensión de pagos y a una quita”
Hemos creado una sociedad low cost (bajo coste), de todo a un euro, productos baratos, vuelos baratos, viajes baratos. Arropados por la fortaleza de la moneda única, y cumplido el sueño de firmar una hipoteca por encima de nuestras posibilidades, los españoles nos hemos dedicado a viajar por los rincones del mundo, a comprarnos el último smartphone, a llenar las autopistas de 4x4… Ese espejismo de nuevos ricos sin ocupación alguna se ha esfumado, y ahora nos damos cuenta de que nos estamos convirtiendo en un país low cost, con sueldos low cost, sanidad y educación low cost, que camina indefectiblemente hacia la penuria. Un país de camareros, guardias de seguridad, funcionarios y albañiles en paro, cuyas generaciones futuras ya no van a viajar sino a emigrar. Y no van a vivir peor que sus padres, como ha acuñado el eslogan. Con suerte, van a sobrevivir como sus abuelos.


Los mercenarios del optimismo, como yo les llamo porque trabajan a sueldo de los que verdaderamente mandan y han arruinado al país, les han estado contando, y aún hoy lo siguen haciendo con total impunidad, que de ésta también saldremos. Y claro que vamos a salir, pero empobrecidos hasta unos niveles que no se recuerdan desde los años 50, con varias generaciones perdidas, trabajo escaso y mal pagado, y unos jubilados que van a ver esfumarse sus cotizaciones y sólo podrán aspirar a pensiones mínimas de caridad.

Pese a los mensajes tranquilizadores de los políticos y los medios de comunicación cómplices, el sistema financiero español está quebrado, con un nivel de endeudamiento brutal, tanto público como privado. Ni la Unión Europea, ni el Fondo Monetario internacional, ni el Banco Central Europeo, ni Alemania pueden engullir una deuda de 2,4 billones de euros para salvarnos. España como país está abocada a la suspensión de pagos, y a una quita sobre la astronómica deuda que ha colocado en los mercados internacionales en forma de letras, bonos y obligaciones y que es imposible devolver. Otros países lo hicieron antes como Tailandia, Rusia o Argentina.

El problema es que ninguno de ellos estaba sometido a una moneda común como el euro. Y es que el siguiente e ineluctable paso al default es la salida del euro y la vuelta a la moneda nacional, la peseta (o como quieran denominarla). Ese proceso puede pasar a su vez necesariamente por la palabra que más aterroriza a los ciudadanos: el corralito. Tarde o temprano, el Gobierno debería decretar una restricción de los fondos que se pueden retirar de los bancos. Inmediatamente después (o al mismo tiempo), decretaría una medida aún más desastrosa para los ahorradores: el corralón. Fijaría un cambio obligatorio entre el euro y la nueva moneda nacional con una devaluación que puede alcanzar e incluso superar el 50%. Automáticamente, los fondos depositados en las entidades financieras se convertirán en pesetas. Y de un plumazo, los depositantes perderán hasta la mitad de sus ahorros.

“Somos un país low cost, con sueldos, sanidad y educación low cost”
Ya ocurrió en Argentina en 2001 que adoptó de forma suicida el dólar como moneda nacional con la misma ligereza que nosotros nos pasamos al euro. La argentinización de España es hoy una realidad. Los jóvenes preparados tienen como única salida la emigración; el resto, es carne de cañón de las villas-miseria que se están levantando a las afueras de nuestras ciudades. Los trabajadores —los que tienen un empleo y los que lo buscan— van camino de convertirse en lumpen, sin conciencia de clase, con salarios de supervivencia, predestinados a jubilaciones con pensiones asistenciales.

España está ya inmersa en un retroceso de sus condiciones de bienestar que nos va a devolver a los estándares de los llamados países en vías de desarrollo, ese eufemismo empleado para definir a las sociedades que viven en un clima de penuria general y desigualdad, en donde sólo unos pocos se benefician de los periodos de crecimiento. No es nada nuevo. Así subsisten desde siempre millones de latinoamericanos, norteafricanos o asiáticos. Y así vivíamos los españoles en los años 40 y en los 50.

Y frente a lo que pueda pensarse, vamos a sufrir ese empobrecimiento con resignación, porque, paradójicamente, ese periodo de bienestar nos ha vacunado contra la revolución, nos ha desarmado para oponer resistencia frente a los poderes establecidos. Éste es un libro que pinta un futuro triste y no cree que haya escapatoria alguna. Por eso, no se lo recomiendo a optimistas o a votantes de partidos mayoritarios. Si acaso va dirigido a algún otro lector inquieto, harto de leer las mentiras patrocinadas que le han estado contando los diarios durante tantos años.

Forta disminució de la pobresa a la Índia

ROGOFF, Kennet: ¿Qué le sucede a la India?
El País, 11 novembre 2012
Rogoff és ex economista en cap del FMI i professor d'economia


M. Sigh, exprimer ministre
Con la liberalización disminuyó drásticamente la pobreza
Por desgracia, para un país tan pobre como India solo el rápido crecimiento sostenido puede conducir a progresos duraderos. La tasa de pobreza de India (un indicador que se reconoce es difícil de medir en términos conceptuales y prácticos) disminuyó en un 50% entre 1981 y 2010, y ahora no llega al 30% de la población, un logro extraordinario. No obstante, Asia Oriental, que crece más aceleradamente, ha experimentado un progreso significativamente mayor y su tasa de pobreza ha caído del 77% al 14% en el mismo periodo.
¿Por qué se ha desacelerado el crecimiento de India? Durante muchos años India se benefició del impacto a largo plazo de la lberalización económica de principios de los años noventa. En aquel entonces, Singh era ministro de Finanzas y tuvo una participación clave. Pudo tener el apoyo del FMI —que tenía una verdadera influencia política, debido a que India requirió un programa de rescate en 1991— para lograr respaldo externo y hacer frente a los enormes obstáculos internos a las reformas. Sin embargo, ahora, no hay un contrapeso externo a la presión política nacional, que está paralizando una mayor liberalización.
El actual déficit público ralentiza el crecimineto
Las principales agencias calificadoras se quejan cada vez más de la falta de una estrategia de crecimiento y de los excesivos déficits públicos de India. Sin embargo, el impacto ha sido limitado debido a la habilidad de las autoridades para endosar deuda a los bancos locales, las compañías de seguros y los fondos de pensiones cautivos (es decir, que podrian emplearse en iniciativas privadas que proporcionarian un mayor rendimiento).
Una liberalización no extremista es aún posible
El sector minorista es una fuente de ineficiencia que en efecto supone un enorme impuesto para los pobres de India mediante un aumento de los precios. En lugar de presentar demandas contra minoristas extranjeros como Wal-Mart, India debería estar buscando la manera de emular y beneficiarse de los métodos altamente eficientes de esta empresa. La infraestructura está mejorando lentamente, pero los caminos, los puertos, el acceso al agua y la red eléctrica siguen siendo pésimos en muchas partes del país.
Por supuesto, el Gobierno democrático de India no puede simplemente imponer su voluntad al público y destruir el medio ambiente para crear infraestructuras. No obstante, los obstáculos también incluyen la corrupción de burócratas y políticos en todos los niveles, una amplia red de resistencia a la reforma.
La descentralización federal comportaria un fuerte estímulo económico
La descentralización liberaría a los Estados con mejor desempeño económico. Además, mediante el combate a la cultura de dependencia de la ayuda pública en los Estados con peores resultados económicos, las regiones más pobres de India podrían beneficiarse también a largo plazo.
Por disfuncional que parezca la Europa descentralizada en estos tiempos, podría ser beneficioso para India ir en esa dirección, incluso cuando Europa lucha por centralizarse más. La descentralización puede parecer una idea poco realista pero también lo parecía la Unión Europea alguna vez. Si la nueva agenda de reformas de Singh vuelve a ser bloqueada, tal vez será el momento para una evaluación más radical.