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Vere Gordon Childe |
Neixen les ciutats, neix l'estat
Hacia el año 4.000 a. C , la enorme comarca de tierras semiáridas que bordea el Mediterráneo oriental y se extiende hasta la India, se encontraba poblada por un gran número de comunidades. Entre ellas, debemos imaginar que existía una diversidad de economías, adecuadas a la variedad de condiciones locales; comprendiendo cazadores y pescadores, agricultores de azada, pastores nómadas y agricultores sedentarios. A su alrededor, podemos añadir otras tribus dispersas en la inmensidad del desierto. Entre todas estas comunidades, se había aumentado el capital cultural del hombre con los descubrimientos e invenciones señalados en el capítulo anterior.
Habían acumulado laboriosamente un conjunto importante de conocimientos científicos topográficos, geológicos, astronómicos, químicos, zoológicos y botánicos de saber y destreza prácticos, aplicables a la agricultura , la mecánica, la metalurgia y la arquitectura, y de creencias mágicas que también eran consagradas como verdades científicas. Como resultado del comercio y de las migraciones de pueblos que hemos indicado, la ciencia, las técnicas y las creencias se habían propagado con amplitud; el conocimiento y la destreza eran aprovechados. Al propio tiempo, se venía quebrantando la exclusividad de los grupos locales, se relajaba la rigidez de las instituciones sociales y se sacrificaba la independencia económica de las comunidades autosuficientes. Este desarrollo avanzaba con mayor rapidez en las grandes depresiones de los ríos, en el valle del Nilo, en las grandes llanuras de aluvión comprendidas entre el Tigris y el Éufrates, y en las que bordean el Indo y sus afluentes en las regiones de Sind y Punjab. En ellas, una dotación generosa e infalible de agua y un suelo fértil renovado cada año por las crecidas, aseguraba un abastecimiento superabundante de alimentos y permitía el crecimiento de la población. Por otra parte, tanto el avenamiento original de los pantanos y cañaverales que crecían junto a los ríos como la subsecuente conservación de las tajeas y de los diques de protección, imponían exigencias excepcionalmente pesadas, requiriendo un esfuerzo continuo y disciplinado de las comunidades que disfrutaban de estas ventajas. Como lo explicamos, la irrigación puso en manos de las comunidades un medio eficaz para fortalecer la disciplina. A pesar de su abundancia de alimentos, los valles de aluvión son extraordinariamente pobres en otras materias primas fundamentales para la vida civilizada.
El valle del Nilo carecía de madera para construcción, de piedra suelta, de minerales y de piedras mágicas. Sumer (Mesopotamia) se encontraba en condiciones todavía peores. La única madera nativa era la suministrada por las palmeras datileras, las canteras de piedra para construcción estaban más alejadas y eran menos accesibles que en Egipto; no sólo faltaban yacimientos de cobre, sino que el mismo pedernal, del cual había una excelente provisión en los farallones del Nilo, era igualmente difícil de obtener. En realidad, en las llanuras de aluvión y en los pantanos, hasta las guijas duras, apropiadas para fabricar hachas, eran cosa rara. Desde un principio, los sumerios tuvieron que importar obsidiana armenia u otras piedras exóticas para tallar instrumentos. El Sind y el Punjab sufrían de la misma escasez de materias primas esenciales, como Sumer.
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Los habitantes de Egipto, Sumer y la cuenca del indo, se vieron obligados a organizar algún sistema regular de comercio o de trueque, para asegurarse el abastecimiento de materias primas esenciales. La fertilidad de las tierras dio a sus habitantes los medios de satisfacer su necesidad de importaciones. Pero tuvieron que sacrificar su autosuficiencia económica y crear una estructura económica completamente nueva. El excedente de productos domésticos no sólo debió ser suficiente para intercambiarlo por materiales exóticos; también debió servir para sostener un cuerpo de comerciantes y de trabajadores de los transportes encargado de obtenerlos, y un cuerpo de artesanos especializados para trabajar las preciosas importaciones con mejor provecho. Pronto se hicieron necesarios los soldados para proteger por la fuerza los convoyes y la retaguardia de los comerciantes, los escribas para llevar registro de las transacciones cada vez más numerosas y complicadas y los funcionarios del Estado para conciliar los intereses en conflicto.
Así, hacia el año 3.000 a. C , el cuadro arqueológico de Egipto, Mesopotamia y el valle del Indo ya no concentra la atención sobre las comunidades de simples agricultores, sino en estados que comprenden varias profesiones y clases. El primer plano está ocupado por sacerdotes, príncipes, escribas y funcionarios, y por un ejército de artesanos especializados, soldados profesionales y trabajadores de diversos oficios, todos ellos apartados de la ocupación primaria de producir los alimentos. Los objetos más notables que se desentierran ahora ya no son instrumentos para la agricultura y la cacería u otros productos de la industria doméstica, sino ornamentos de los templos, armas, vasijas hechas a torno, joyas y otros objetos producidos en gran escala por expertos artesanos. Como monumentos, en vez de chozas y alquerías, tenemos tumbas grandiosas, templos, palacios y talleres. Y, en ellos, encontramos toda suerte de substancias exóticas, no como rarezas, sino como cosas importadas regularmente y utilizadas en la vida cotidiana. Obviamente, el cambio en el material arqueológico refleja una transformación en la economía que produjo el material. También es obvio que la transformación debió estar acompañada por el crecimiento de la población. Los sacerdotes, funcionarios, mercaderes, artesanos y soldados, representan nuevas clases que, como tales, no podían encontrar su subsistencia en una comunidad autosuficiente de productores de alimentos, ni aún en una partida de cazadores. La sola evidencia arqueológica es suficiente para confirmar esto.
Las nuevas ciudades ocupan más espacio y tienen capacidad para una población más densa que los poblados agrícolas absorbidos por ellas o que siguen subsistiendo a su lado. Mohenjo-daro, en Sind, por ejemplo, se extendía sobre una milla cuadrada de superficie, y estaba formada por una estrecha aglomeración de casas de dos pisos, dispuestas pulcramente a lo largo de amplias calles o de estrechos callejones. Los cementerios urbanos testimonian no sólo un incremento de la riqueza, sino también la multiplicación de la población. En el Nilo, no encontramos únicamente aldeas sepulcrales que se remontan a la época prehistórica, sino también grandes cementerios con tumbas monumentales reservadas a las personas reales y a los funcionarios.
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Orígen de la classe sacerdotal
Aparecen los cimientos de construcciones verdaderamente monumentales -de un templo o de un grupo de templos-. Y cercada por otras alturas, una colina artificial, el prototipo de "zigurat", o torre escalonada, la cual era parte de un templosumerio (Mesopotamia) histórico Este primer zigurat está enteramente construido con terrones de barro formados a mano y unidos con capas de betún. Aun así, se elevaba más de diez metros sobre la superficie del suelo —el nivel de las calles del poblado actual — y medía en su cúspide más de 800 m2. Las pronunciadas laderas tenían el relieve de los contrafuertes, alternados con nichos, y estaban adornadas y consolidadas con millares de pequeñas copas de arcilla cocida. Estas eran colocadas unas al lado de otras en hileras cerradas, dentro del barro del zigurat cuando todavía estaba húmedo. Servían para consolidar las caras al secarse y, luego, formaban dibujos decorativos de hoyuelos redondos, cuando se terminaba el monumento. En la cumbre del montículo estaba ubicada una capilla pequeña, con muros de adobe encalados y una escalera por la cual pudiera descender la deidad del cielo. Al pie de la colina había otros templos más imponentes.
La erección de la colina artificial y de los templos, la extracción y el transporte de los materiales y la fabricación de millares de copas y adobes, requería un conjunto, grande y disciplinado, de trabajadores y artesanos. Como éstos no tomaban parte activa en la producción de alimentos, tenían que ser mantenidos, o recibir algún pago, de algún depósito común de alimentos excedentes. ¿De quién era este depósito? Es de presumir que ya estaba controlado por el poder, diciéndose, tal vez, que pertenecía a la «deidad», a cuyo honor y gloria estaba dedicada la construcción. La fertili dad del suelo y las piadosas supersticiones de sus cultivadores aportaban riquezas a su divino señor, por lo menos en productos alimenticios excedentes. Pero la erección de un monumento semejante no sólo requirió trabajadores y alimentos. Todo fue planeado cuidadosamente: la colina artificial tiene sus cuatro esquinas orientadas hacia los puntos cardinales. Para ello, se necesitó de una fuerza dirigente centralizada. Siendo el dios una proyección ficticia de la voluntad comunal, esta fuerza tenía que ser suministrada por sus servidores. Naturalmente, el dios imaginario encontraba bastantes representantes e intérpretes dispuestos a administrar y a ensanchar sus posesiones territoriales , a cambio de una modesta participación en sus ingresos. Los magos y hechiceros cuya existencia hemos supuesto en los poblados neolíticos, han llegado a constituir una corporación sacerdotal, santificada con la autoridad divina y emancipada de cualquier trabajo mundano en la agricultura o en la ganadería. Los sacerdotes interpretan la voluntad divina para las masas trabajadoras, o, dicho en otras palabras, embrollan las ceremonias mágicas por medio de las cuales la sociedad cree obligar a las fuerzas naturales, convirtiéndolas en ritos cada vez más complicados para conciliar la potencia que ellos personifican ahora. Y es en este proceso de invención donde son revelados los planos de los templos,
tal como los reyes históricos relatan que se les ha
revelado en sueños.
Entonces, podemos suponer que, como en el período histórico más primitivo, a este primer templo corresponde ya una corporación de sacerdotes. Por analogía con las constancias de los documentos escritos, estos sacerdotes también deben haber sido los administradores del tesoro divino. Ahora bien, la administración de los ricos tesoros del templo
impone una nueva tarea a las personas que se ocupan de ella. Los documentos escritos pondrán pronto al descubierto en qué consistía esta tarea: se hizo necesario inventar alguna manera de registrar las diversas ofrendas recibidas y el modo como se utilizaban, por temor de que la deidad pidiera cuentas a sus sacerdotes acerca de la administración. Y, en efecto, en las excavaciones de la capilla del zigurat se encontró una tablilla en la cual se conserva la impresión de un sello y las huellas de algunas cifras numéricas. Se trata de la tablilla de cuentas más antigua del mundo, precursora inmediata de una larga serie de cuentas halladas en los templos sumerios.
De este modo, el primer templo de Erech (Mesopotamia) revela la existencia de una comunidad, elevada al rango de ciudad, teniendo a su disposición un excedente de riqueza real, acumulada en manos de una deidad y administrada por una corporación sacerdotal. Su existencia implica una fuerza organizada de trabajadores,
industrias especializadas y algún sistema rudimentario de comercio y transportes. Es en este momento crucial cuando surgen los rudimentos del cálculo y aun de la escritura. Desde luego, Erech no se encontraba aislada; en las ruinas de las otras grandes ciudades sumerias se han encontrado reliquias de la misma etapa cultural y de una antigüedad absolutamente semejante. A partir de entonces, el desarrollo de la civilización urbana puede seguirse continuamente hasta el momento en que la plena luz de la historia escrita irrumpe en su interior . Su curso comprende la acumulación de riqueza, el
mejoramiento de la habilidad técnica, la creciente especialización del trabajo y la dilatación del comercio.
El templo de Erech sufrió desperfectos y fue reconstruido, por lo menos, cuatro veces. En cada ocasión, el templo se hacía más grande que el anterior. Las copas incrustadas en los muros del primer zigurat fueron substituidas por conos de arcilla cocida, cuyos extremos estaban pintados de negro, rojo y blanco. Estos conos incrustados forman dibujos en mosaico sobre los muros de adobe. Al iniciarse la época histórica, el mosaico de conos de arcilla es substituido por nácar y cornerina embutidos en betún negro. En un principio, el interior de los muros del santuario estaba decorado
con figuras de animales modeladas en arcilla . Luego fueron substituidas por frisos de platos decorativos labrados en piedra o en concha y montados en betún. En la aurora de la historia, las figuras modeladas en arcilla son substituidas por grupos de animales de grandes dimensiones, hechos en cobre colado o batido, y colocados sobre un fondo de betún. La etapa representada por la tercera fase principal de reconstrucción en Erech se reconoce igualmente en Akkad (al norte de Babilonia), particularmente en Jemdet Nasr. Para esta época, el aumento de la riqueza, el conocimiento más profundo de la química y la geología aplicadas, y un comercio más regular y extendido se muestran en la importación y el empleo de plomo, plata y lapislázuli. El desarrollo de la destreza técnica se señala en la fabricaciónde artículos de pasta vidriada y de carros ligeros de guerra. Los símbolos son principalmente retratos aun cuando incluyen también signos convencionales, cuya semejanza con objetos concretos es difícilmente reconocible , pero deben haber tenido ya una significación convencional. Hay diversos signos numéricos para las unidades, las decenas y las centenas, o bien las unidades sexagesimales. En las tablillas ya aparecen fórmulas simples de aritmética —por ejemplo, se tiene la fórmula para hallar la superficie de un terreno, por el producto de dos lados adyacentes.
El incremento en las rentas del dios, con el consiguiente aumento en la complejidad de las cuentas,
debe haber obligado a los administradores sacerdotales a inventar sistemas de escritura y de notación numérica que resultaran inteligibles para sus colegas y sucesores dentro de la corporación permanente de los funcionarios del templo. para simplificar y abreviar sus labores tubieron que descubrir y formular reglas para calcular "leyes" de geometria.
El comerç
El empleo de una variedad tan amplia de sustancias importadas, extrañas a las tierras de aluvión, implica el hecho de que las relaciones comerciales, apuntadas en época más primitiva , se habían extendido y eran más regulares. Parte del cobre provenía de Omán, al sur del Golfo Pérsico. La plata y el plomo eran traídos, probablemente, de las montañas del Tauro, en Asia Menor; ya que existen testimonios de que esta región se convirtió en un gran centro exportador, poco después del año 2.500 a. C. Las grandes conchas eran extraídas del Golfo Pérsico y del Mar de Omán. La madera se obtenía de las montañas que recogen las lluvias: de Zagros o, tal vez, del Líbano o de la costa mediterránea. Se cree que el lapislázuli era traído desde el Afganistán. El comercio no se limitó a las materias primas. En Egipto y la India ya se había consumado la segunda revolución; las ciudades de Sumer mantenían relaciones comerciales con las del Nilo y el Indo. Las mercancías fabricadas por las industrias especializadas de un centro urbano eran vendidas
en los bazares de otro. En varias ciudades mesopotámicas se han hallado algunos sellos, cuentas y
hasta vasijas cuyas características no son sumerias; pero que, por lo demás, eran comunes en las ciudades contemporáneas del Sind y del Punjab. Estos objetos constituyen una prueba concluyente del comercio internacional que enlazaba al Tigris con el Indo, salvando una distancia de cerca de 2.000 kms. Nos señalan la existencia de caravanas que cruzaban regularmente la desmesurada distancia y los desiertos salados que separan ambos valles, o bien, de flotas de embarcaciones que navegaban siguiendo el árido litoral del Mar de Omán, entre las desembocaduras de los dos ríos. Ahora bien, en el Oriente, esta clase de comercio no consiste, ni ha podido consistir nunca, en el
mero transporte de los fardos de mercancías de un lugar a otro. En las estaciones terminales y en las
de tránsito, las caravanas y los barcos mercantes deben haber hecho escalas prolongadas. Los representantes del país importador, probablemente colnos,m deben haber recibido las mercancías en el lugar de su destino y preparado cargas para el viaje de regreso, entreteniendo a los viajantes mientras tanto.
Del mismo modo que existen colonias permanentes de comerciantes británicos en Oporto, Estambul y Shanghai, debemos imaginar colonias de mercaderes hindúes establecidas en U r y en Kish. En tales
condiciones, el comercio es verdaderamente un medio de intercambio, una cadena por la cual se pueden propagar las ideas en una escala internacional. Además, las caravanas no sólo transportaban
mercancías realizaciones concretas de las nuevas investigaciones , sino también hombres —artesanos e inventores—. En el Oriente, el trabajador experto es, por tradición, extraordinariamente móvil.
Los artesanos gravitan alrededor de centros en los cuales pueden practicar provechosamente su
destreza. Y esto debe haber ocurrido así desde la antigüedad. La nueva clase de hábiles artesanos, creada por la segunda revolución, se había liberado de las tareas de la producción primaria de alimentos y, por consiguiente, del apego al suelo. Tal vez, se había liberado al mismo tiempo de los vínculos tribales, sin adherirse con firmeza a los estados locales nacientes. Así, los artesanos podían ir a cualquier parte en donde se les ofreciera ocupación conveniente. O bien, cuando se trataba de esclavos, eran enviados como mercancías a donde su destreza hacía que se pagara el precio más alto por sus personas. En todo caso, este movimiento explica la rápida propagación de los procedimientos técnicos. Tales fueron las etapas de la segunda revolución en Mesopotamia, y esas fueron sus consecuenciasindustriales y económicas para la cultur a materia del hombre.
Conquestes i invasions
Las diversas etapas son, indudablemente, momentos de un proceso orgánico de acumulación económica y de avance científico y técnico. Sin embargo, esta continuidad no se aplica, necesariamente, a los dominios etnológico y político. En rigor, existen indicaciones de que esta acumulación y este avance fueron interrumpidos o acelerados por el advenimiento de nuevos pueblos, tal vez en la forma de conquistas o invasiones. Así, por ejemplo, cambiaron los ritos funerarios. Los agricultores neolíticos eran enterrados, generalmente, tendidos, descansando por completo sobre
sus espaldas. En la 3a fase cultural (representada en Jemdet Nasr), los muertos eran enterrados en cuclillas, con la barba descansando encima de las rodillas; en el cementerio real de Ur, los esqueletos se hallan encorvados, en actitud de dormir, mientras que algunos personajes, supuestamente reales, descansan en tumbas monumentales, rodeados de víctimas humanas sacrificadas en sus funerales. A l gunos cambios arquitectónicos también parecen indicar algo más que nuevos progresos técnicos. El
segundo conjunto de templos en Erech se apoya en cimientos formados por bloques de piedra caliza, material que parece ser exótico en las llanuras de aluvión. En el siguiente grupo se abandonó la
piedra, utilizándose en su lugar ladrillos planos cocidos en horno. En cambio, el último grupo de
templos, al igual que todos los monumentos de la época, está construido con absurdos ladrillos planoconvexos, o sea, planos por un lado y en forma de almohadilla por el otro. Se considera que los nuevos recursos arquitectónicos representan estilos extranjeros, introducidos en Sumer por algunos invasores. Los sellos dan indicios ciertos de guerras y batallas.
Por último, cuando los testimonios escritos se tornan explícitos, nos encontramos a Babilonia ocupada
por dos grupos lingüísticos distintos: una parte de sus habitantes habla un dialecto semítico —el
acadio— conectado con el hebreo y el árabe, pero radicalmente diferente del sumerio. No es posible determinar con precisión la naturaleza y los efectos de las perturbaciones étnicas y
raciales, más bien problemáticas. Con certeza, ellas no interrumpieron seriamente la continuidad de la
cultura material. Por su parte, los dioses y sus templos sobrevivieron a la crisis; las corporaciones sacerdotales conservaron su identidad, independientemente de lo que ocurriera a las otras estructuras sociales. Y esto ha sido ciert también para toda la historia subsecuente. Las relaciones escritas de Babilonia describen frecuentes cambios de dinastía y conquistas repetidas por parte de invasores extranjeros. En estas catástrofes, los templos podían ser saqueados y destruidos; pero, generalmente, el nuevo rey, o el conquistador victorioso, mostraba justamente su piedad y su poder, reconstruyendo y enriqueciendo con nuevas rentas al templo de la ciudad. Todavía en el año 323 a. C , Alejandro de Macedonia selló su conquista del Asia con la reconstrucción de E-sagil, el gran templo de Babilonia. La reconstrucción repetida de los templos prehistóricos en Erech y en otras ciudades, constituye un testimonio concreto de esa misma continuidad de las corporaciones religiosas, con sus tradiciones culturales inquebrantables que la historia atestiguainequívocamente después.
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